sábado, 25 de junio de 2011

Las personas y los océanos

Las personas y los océanos
comparten movimiento;
así s’explican las inundaciones
cada vez que te abandonas
en manos del tiempo
y comienzas a contar los años como estaciones,
algunos instantes pantanos, otros ríos,
y muchos como agua evaporada.
Los períodos se vuelven líquidos;
y, con ellos, tu ropa, sus madrugadas, las oraciones
que no dejaron escuchar las olas
cuando te acercabas oceánica
con todo el tiempo en tus aguas.
Parece que todas las semanas comienzan en stand by
y sólo terminan varios meses más tarde,
cuando ya no quedan huellas de humedad
y es agua estancada todo el almanaque.

Pero un día bajará la marea;
y el continente continuará en su sitio,
secándose el paso de la luna,
esperando un nuevo ciclo.

Juan Behekoa

jueves, 23 de junio de 2011

Lo peor del amor











Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.


Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.


Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…


                                  Joaquín Sabina

miércoles, 22 de junio de 2011

Amor se llama el juego



Joaquín Sabina

sábado, 18 de junio de 2011

La verdad no es un punto de partida

Si digo claridad con voz nocturna
y los amaneceres se contagian de tarde
no es que renuncie a nada, ni siquiera
sucede que me buscan las sombras de lo incierto.
Es que todo ha vivido hasta llegar a mi,
y conmigo se afirma,
como una copa llena, la rosada
complejidad del mundo.

No camino al dictado de una sola presencia.
El porvenir es largo igual que lo perdido.

En la palabra Sur puede caer la nieve.
El Norte ha congregado en su pupila
una lluvia de arena y un desierto.
Los síes de la boca
sirven para negar lo que afirmaba
el no de los naufragios,
y el mar es tan doméstico
que se parece a un beso en la cama del niño
destinado a soñar con la distancia.

Príncipe de la nada,
mendigo de las cosas, yo lo sé,
sincero como el tiempo de la búsqueda.

Todo es así más débil, más despacio,
menos seco en la rama de los árboles
y mucho menos amarillo.
La verdad no es un punto de partida
como piensan los puntos cardinales.

Por eso escribo para que me lean,
y cuido las palabras, y persigo
la realidad en sus significados,
y procuro en el orden de mis ojos,
en la prosa del mundo,
que el realismo del sur
nos cite en una plaza con palmeras,
que el norte no se olvide de la nieve

y tú me digas sí
para venir conmigo.

Luis García Montero, Un invierno propio.

lunes, 13 de junio de 2011

Amaneció sin querer

Amaneció sin querer,

y con la luz fuimos dos sombras,
amaneció sin querer,
y con la luz lo vimos claro.


Pronto nos dio la hora,
pronto se hizo temprano,
pronto quedaron todas las calles cuesta abajo.

Se apagaron las farolas,
que alumbraron nuestros pasos.


Partió la noche,
y el horizonte se quedó en tierra.
Partió la noche,
y el sol borró el brillo de las estrellas.


Amaneció sin querer,
y no nos dio tiempo a otra ronda.
Amaneció sin querer,
murió la flor,
prendió su aroma.


Rompió la aurora el hechizo,
rodó La Luna redonda.


Eramos nosotros mismos,
vistiendo la misma ropa.
Eramos nosotros mismos,
pero la luz ya era otra.


Rompió la aurora el hechizo,
rodó La Luna redonda.


Eramos nosotros mismos,
vistiendo la misma ropa.
Eramos nosotros mismos,
pero la luz ya era otra.


Partió la noche,
y el horizonte se quedó en tierra.
Partió la noche,
y el sol borró el brillo de las estrellas.

Amaneció sin querer,
y con la luz fuimos dos sombras.

Eramos nosotros mismos,
vistiendo la misma ropa.
Eramos nosotros mismos,
pero luz... ya era otra.
                       
                                     Toni Zenet

lunes, 6 de junio de 2011

LO QUE OCURRE EN LAS NUBES, OCURRE TAMBIÉN

No te voy a pedir el corazón que llevas
escondido debajo de tu ropa de invierno.
Solamente esperaba, como leña reunida,
para arder en el fuego que calienta tus manos.
Quiero entender tu noche, tu sed, tus libramientos,
tu vivir en las sílabas que componen tu nombre,
tu quedarte dormida, tu me voy a la cama,
tu silencio acostado, mi silencio acostado,
las cosas que me pasan cuando sueñas conmigo.


                       Luis García Montero,
                                  Un invierno propio