jueves, 26 de junio de 2014

Sé que elegí el camino bueno: 
el que huele a paz, 
a flor,
a sal.

Es solo que 
veces
en 
un 
momento
 
minúsculo 

por

un 

instante

mínimo 

pierdo el equilibrio
 
y
 
vuelve la sed.


                        Elvira Sastre

lunes, 16 de junio de 2014

Ese otro que también me habita



Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o demonio
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro y en mi afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico y el
inmotivadamente alegre,
ese otro,
también te ama.
                                   Darío Jaramillo

lunes, 9 de junio de 2014

No te he abandonado,
mis cosas no te hablaran del nunca
pero es que había en ese silencio mucho ruido
y las avispas que te daban miedo
parecía que habían hecho nido en mis ojos
estaba muy deshilachado ya
para sostenerte...

Ahora, silente,
cautivo adrede en otro orden
como en una casa dónde he prohibido tu perfume
dónde no voy llenando los rincones de promesas
estoy buscándome nuevo en otro azul.

Estoy sin estar
sé que es algo raro y tú no lo sabes
pero, a veces, te cobijo...
te pienso
y el día acaba pareciéndose a ti...

No te he abandonado...
Tal vez volverán los momentos del vino
de películas turcas y boleros
donde entonces tú no protagonizes el estribillo.
De colocar de nuevo las ventanas...
Pero tenía despeinada la vida
busqué la sed que calma el agua
algo semejantea los dedos protectores tras el raso...
Y estas palabras de fogueo corroboran, hablan,
mienten sólo en la mitad de su imagen
cuando te dicen que sigo estando.

Borra mis huellas anteriores, bórralas
menos el deseo a todo lo tuyo...
Imaginame intacto y desconocido
como el destino deseado que sólo conoces por postales...

Me fui porque te parecía triste la música si yo la cantaba
estas alegrías sonaban por quebrantos...
Me fui porque tus brazos compartían el vuelo con las aves 
que huyen de las estaciones del frío... 
Me fui porque iba tanto a buscarte 
que me cruzaba de vuelta conmigo
y se me iban enredando las ganas en el desconsuelo...
Me fui porque estas manos ya querían saberte de memoria...

No te he abandonado,
sólo me he ido leve
el tiempo de un contraluz, 
un ensayo,
un desvelo,
lo que tarda en derretirse el alma de una vela...

Me fui porque esta esperanza era un asiento vacío
en un carruaje de plomo
con un caballo de piedra
sobre un puente de cerillas.

No te he abandonado...
Y créeme si te digo que estoy cerca,
justo en la distancia de los pasos 
que me protejan de intentar quererte de nuevo...
Y créeme si te digo que estoy lejos,
pero justo en la distancia de los pasos 
que me permitan volver a tu lado si te hiere la vida...

                          Rubén Tejerina

sábado, 31 de mayo de 2014

Un sueño

El resto del mundo buscaba las respuestas. Ella tenía las preguntas.


Era un domingo con etiqueta de fiesta
de sábado enredado en nostalgia.
Yo caminaba sola,
a caballo entre mi cansancio
y la esperanza que te ordenan tener,
mirando al suelo
-siempre-
para no perder detalle
de la belleza de las cosas que son más pequeñas que nosotros.
No sabía dónde iba:
estaba atrapada entre una huida que acababa siempre liberándome
y una libertad que me volvía presa de mí misma.
De repente
empezó la lluvia
y,
como si fuera una banda sonora programada
de una de esas estúpidas películas felices
o el tiro que indica la salida de la carrera de tu vida hacia la muerte,
levanté la mirada
y fui testigo de cómo Gran Vía guardaba silencio,
como calla quien no sabe qué decir ante lo que es más grande que él.
Ella,
así, con mayúscula,
como se escribe Lluvia, Invierno y Tristeza
o Pájaro, Amor y Saliva.
Ella.
Paseaba despacio,
se la veía tan segura
de que el mundo dependía en ese momento de sus pies
que la prisa no entraba en sus pasos.
Sonreía a solas,
como un prodigio animal en medio de una selva humana.
Parecía que decía:
idiotas, la solución a todo está en nuestras bocas.
Zarandeaba sus manos
buscando algún tipo de herida,
tenía los ojos de color café batalla
y en el pelo un millar de caricias en marzo.
Su pecho parecía batirse en retirada a cada latido
y sin embargo era fácil entender que era el aire
el que la respiraba a ella.
Miraba al horizonte:
cualquiera en su loco juicio
hubiera dicho de ella que tenía todas las preguntas,
que era una niña perdida
que había venido a salvar(me d) el mundo
porque nunca lo sabría,
que probablemente habría nacido en una nube
y se marcharía con la próxima tormenta
con el resto de todas esas historias
que violan con violencia vidas.
A través del deseo
de querer besarle los párpados,
me di cuenta de que era uno de esos seres
que jamás,
ni aun empeñando tu empeño,
podrías llegar a conocer.
Era una de esas maravillas
que te hacen querer ser humano.
Juro que no exagero
si os digo que todo mi invierno se concentró en su cara,
que la lluvia era más pequeña que ella
-igual que mi corazón,
los árboles y la contaminación de Madrid-,
que nada tienen que hacer las mariposas y los terremotos
cuando ella pestañea,
que la miré como si Gran Vía fuera el diluvio universal
y Noé la hubiera señalado solo a ella.
Que la vida
puede durar un cruce de miradas
en medio de una tormenta.
Y os aseguro que eso es un regalo,
eso es más que suficiente.
E igual que apareció,
se marchó:
como quien camina de puntillas
y provoca estampidas de latidos.
Disimulando,
como si no creyera en la poesía
y pensara que todo lo que no se dice en voz alta
no existe.
Como un secreto,
ignorante de que son silencios
que hacen más ruido que la verdad.
Y yo la dejé irse,
sin nombrarla
para no romper su existencia.

                                         Elvira Sastre

jueves, 24 de abril de 2014

¿A qué me voy a aferrar?

Si no es a la risa que dejaste
colgada en el respaldo de la cama?
Cómo voy a sobrevivir estas distancias,
Si no es amarrada a tu palabra?
Quién me va a inventar zoológicos en la luna
cuando me esconda atrás de un beso?
¿Dónde voy a enterrar mis lugares comunes?
Dónde a desvestirme los deseos,
dónde a jugar con mis no puedos?
Dónde, amor, encontrará esta playa

barco, naufrago y puerto?

Aída Elena Párraga

jueves, 17 de abril de 2014

Te explico en mis sueños todo lo que pudiera ser verdad
si fuera cierto.

Es mentira, 
pero solo si lo fuera
podría decirte que soñarte es un mecanismo de autodefensa
que me deja echa polvo.


          Elvira Sastre