sábado, 18 de junio de 2011

La verdad no es un punto de partida

Si digo claridad con voz nocturna
y los amaneceres se contagian de tarde
no es que renuncie a nada, ni siquiera
sucede que me buscan las sombras de lo incierto.
Es que todo ha vivido hasta llegar a mi,
y conmigo se afirma,
como una copa llena, la rosada
complejidad del mundo.

No camino al dictado de una sola presencia.
El porvenir es largo igual que lo perdido.

En la palabra Sur puede caer la nieve.
El Norte ha congregado en su pupila
una lluvia de arena y un desierto.
Los síes de la boca
sirven para negar lo que afirmaba
el no de los naufragios,
y el mar es tan doméstico
que se parece a un beso en la cama del niño
destinado a soñar con la distancia.

Príncipe de la nada,
mendigo de las cosas, yo lo sé,
sincero como el tiempo de la búsqueda.

Todo es así más débil, más despacio,
menos seco en la rama de los árboles
y mucho menos amarillo.
La verdad no es un punto de partida
como piensan los puntos cardinales.

Por eso escribo para que me lean,
y cuido las palabras, y persigo
la realidad en sus significados,
y procuro en el orden de mis ojos,
en la prosa del mundo,
que el realismo del sur
nos cite en una plaza con palmeras,
que el norte no se olvide de la nieve

y tú me digas sí
para venir conmigo.

Luis García Montero, Un invierno propio.

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